No sé porqué me sigues doliendo.
Quizás porque te subestimé, pensé que no podrías llegar a romper todas mis barreras y así lo hiciste.
Pensé que no me habías calado, pero me equivoqué una vez más. Me has calado como la lluvia torrencial que aparece de repente cuando vas caminando por la ciudad bajo un cielo despejado y llegas a casa calada hasta los huesos.
Aquellas cosas que en su momento no les daba importancia, que pensé que eran un simple comentario más, son las que más hecho de menos, como que sonrieras mientras hablabas de lo suave que era mi piel.
Sin embargo, curiosamente es tu piel la textura más suave que he podido besar en mis 24 años de vida.
Mentiría si no te dijese que cada vez que paso por las curvas que solíamos coger con la moto no me estremezco.
Pero ya no estás, y es una verdad como un templo. Por mucho que me duela, por mucho que en aquel momento te dijese que lo comprendía conmovida por el shock, duele.
Duele como si rasgaras cada centímetro de mi maltrecho corazón con cristales. Todavía escucho nuestras canciones, y sonrío como una idiota.
Todavía recorro las 426 fotos de mi galería en privado y me aprendo cada centímetro de tu piel, aun a sabiendas de que nunca volveré a rozarla.
Quizás el chico que ocultaba su rostro al principio, y que consideraba uno más, ha sido el único que ha conseguido derrocar cada uno de mis muros. Y el problema es que tengo miedo, miedo a volver a dejar a alguien que los atraviese, y vuelva a doler como me dueles tú.
Sé que no llegarás a leer esto, intentaré no volver a entrar en tu vida, porque no soy capaz de permanecer en ella como una amiga más sabiendo que moriré queriéndote.
Y sí, sé que conoceré a otras personas, otras almas y otros cuerpos, pero también sé que ninguno me hará sentir lo que hiciste tú.
Todavía me pregunto que fue lo que hice mal, que es lo que no te dí, en qué momento no supe ver que te estaba perdiendo, cual fue la gota que colmó tu vaso, o qué es lo que está mal en mi.
Pero si se algo, sé que te quise, se que intenté mostrarte mi alma sin censura, sé que te dí sonrisas en momentos de lagrimas y que te defendí a capa y espada, pero quizá no fue suficiente para ti.
Decía Neruda que es corto el amor y largo el olvido, y ahora esa frase tiene todo el sentido del mundo.
Sólo espero que encuentres a esa mujer ideal para ti, que recorra cada curva en moto a tu lado, que te traiga el café por las mañanas, que adore cada una de tus aficiones y que te de todo lo que yo no supe darte.
Lo siento.